El lenguaje inclusivo pone en evidencia la discriminación y la violencia cuando anulamos ciertas identidades: Jhonathan Maldonado

El Mtro. Jhonathan Maldonado Ramírez, responsable del Área de Atención a las Diversidades Sexo-Genéricas y Discapacidades de la Dirección Institucional de Igualdad de Género de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP), al dictar la conferencia titulada Lenguaje incluyente: cuerpo, identidad y poder, afirmó que existe un discurso muy fuerte que tiene que ver con la diversidad y a inclusión de poblaciones que históricamente han sido segregadas y excluidas de los espacios universitarios, “pero necesitamos que no solamente se quede en una cuestión retórica de la inclusión, en un plano de lo simbólico, necesitamos prácticas y estrategias concretas que puedan materializar y sostener todos esos discursos”.

Aseguró que si bien es cierto que el término inclusión es una palabra “llave” que abre puertas, que permite prestar atención a las dinámicas sociales, culturales y políticas que marcan la desigualdad, la exclusión y la violencia. “El lenguaje inclusivo es un posicionamiento epistemológico y ético que habilita una crítica al uso normocentrista del lenguaje, es así como el lenguaje inclusivo pone en evidencia la discriminación y la violencia que prevalece cuando anulamos de nuestra conversación a ciertas identidades que perturban la comprensión hegemónica del sentido común”, indicó.

Maldonado Ramírez lamentó que exista un activismo académico conservador que usan el conocimiento científico para invalidar otro tipo de conocimiento que entienden solamente como ideológico, como los estudios de género, el movimiento feminista y la crítica cultural a la heterosexualidad obligatoria. “Es importante conocer los argumentos que ridiculizan el posicionamiento que uno asume cuando trae al frente el tema del lenguaje inclusivo, incluyente y antiopresivo. El lenguaje no solo describe o nombra espacios, cuerpos e identidades, el lenguaje también le hace cosas a esos espacios, cuerpos e identidades.”  

Dijo también que el lenguaje no es inocente, afecta a tal punto que nuestras limitaciones de interpretación sobre el mundo están condicionadas por un lenguaje que aprendimos a naturalizar como “nuestro”, al que calificó como opresivo.

Es importante conocer los argumentos que ridiculizan el posicionamiento que uno asume cuando trae al frente el tema del lenguaje inclusivo, incluyente y antiopresivo señaló el académico

“Si el lenguaje es opresivo, la pelea contra esa opresión se convierte en una pelea contra nosotres mismes. Estar en contra del lenguaje opresivo, el lenguaje excluyente, el lenguaje de odio, implica también una criticabilidada lo que somos, por tanto, es un ejercicio epistemológico, político y ético.”

Señaló que el lenguaje inclusivo conmociona. “Al compartir, repetir y naturalizar el leguaje opresivo nos hacemos partícipes de una comunidad desigual, excluyente y violenta; en consecuencia, queremos advertir que los apodos, las imágenes, las frases, los comportamientos que se dirigen hacia la ridiculización de quienes apoyamos el uso del lenguaje inclusivo están contaminados de estigmas, degradaciones e injurias”. 

“Decir compañeros no es referirse a todas, todos y todes, si piensas lo contrario me queda claro que te has cuestionado muy poco la lógica centrada en el HOMBRE y lo masculino como medida del mundo, invito a que expandamos el uso de pronombres personales (yo, tú, él, ella, elle, nosotras, nosotros, nosotres, ellas, ellos, elles, ustedes), abrazar lo anterior no te hace tener retraso, bueno, quizás sí, porque para nosotros, nosotras y nosotres tener retraso no es sinónimo de estupidez o sinsentido, nosotres admitimos que hemos ido lento, muy lento, desaprendiendo como caracoles el lenguaje del “hombre”. Seguimos en retraso, sabemos que cada quién tiene variados procesos de vida, por ende, tú, sí, tú que te burlas del reconocimiento del compañere no te encuentras en subdesarrollo, ni empero sostendríamos esas narrativas que son capacitistas, lo que sí nos parece es que desconoces la existencia de otras formas de vida como válidas y respetables, pero esto ya no lo permitiremos más. ¡No vengan con eso de que lenguaje inclusivo es aprender lenguaje de señas, braille o náhuatl! Ya sabemos que, si no te cuestionas el lenguaje normativo del hombre hetero-cis, mucho menos el del hombre blanco y capaz”. 

Jhonathan Maldonado Ramírez advirtió que no se puede forzar a nadie a usar el lenguaje inclusivo, pero sí a que tomen conciencia de su contexto y la importancia de llevar a la práctica cotidiana otras formas de lenguaje anti-opresivo.

“No creo que el lenguaje inclusivo/incluyente/anti-opresivo tenga que ser absorbido por la lengua, es decir, traducirse a un proyecto disciplinario y normalizador de las formas correctas de hablar. Necesitamos mantener su carácter transgresor y de revisión constante”, concluyó. 

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