Se trata de una distracción, pero no de una superficialidad

Por Gabriela Ortuño, activista

«No se desvíen de la justicia con la diamantina» es la sentencia de varias personas en redes sociales frente a la circulación de las formas de preparar diamantina para la concentración contra la violencia ejercida hacia las mujeres de esta ciudad.


Estas buenas conciencias se preocupan porque las formas sean una distracción y, a decir verdad, lo es. Ante la amenaza de abrir carpetas de investigación contra las activistas que en días pasados hicieron pintas, rompieron una puerta y arrojaron diamantina a un funcionario, estas partículas brillantes se volvieron un símbolo que permite al movimiento feminista encontrar una forma lúdica para sobrellevar la violencia cotidiana: acoso, hostigamiento, violaciones, feminicidios.


Se trata de una distracción pero no de una superficialidad. Se trata de una representación de lo que se busca ya que, ante el ambiente de agresión e impunidad, los diversos grupos feministas buscan construir a través de círculos de lectura, grupos artísticos, ciclistas, de derechos humanos y análisis jurídico, como acompañantes de familias de desaparecidas y otras luchas.

La diamantina es el símbolo de la alegría a la que nos aferramos ante el terror de la esperanza de que un día podamos salir de la oscuridad de nuestros tiempos, del día en que no estemos preocupadas por la ropa que usamos, no sólo por el acoso callejero sino porque no sabemos si será la marca con la que van a reconocernos si no volvemos.

Sí, hacer diamantina es una distracción.